¿Cómo entenderlo si no creo?

M.C.M: 

Tenía alrededor de 45 años cuando nos conocimos. Empezó a hacerse Reiki por fuertes bloqueos emocionales que tenía, y le impedían llorar y sentir. Había tenido grandes conflictos con su marido y con sus padres. Su vida había sido un constante huir, y refugiarse en el papel de víctima, para así no enfrentarse con ella misma y con lo que quería, por lo tanto su vida era una constante acumulación de experiencias negativas. Había llegado al límite en el momento que cayó en una depresión aguda, y su médico entre otras cosas le aconsejó hacer alguna técnica de relajación.

Cuando apareció en mi consulta por primera vez, ella llevaba unos años haciendo yoga. Le había ayudado a sentirse más tranquila, pero sus experiencias traumáticas aún seguía en su interior.

Tras las cuatro primeras sesiones de Reiki, me comentó que esta técnica le estaba permitiendo conocerse a si misma, enfrentándose a sus miedos y a su pasado.
A medida que seguía viniendo a hacerse Reiki pudo abrir su interior, y derramar las lágrimas que tanto le había costado sacar por todo aquello que le producía angustia y sufrimiento. Eso le permitió sentirse mejor y empezar a plantearse muchas cosas. También le dio mucho más valor y seguridad, para empezar a hacer aquello que más le gustaba y para lo que se había estado preparando,  que era dar clases de yoga, pero que hasta el momento le había costado realizar debido a la inseguridad que tenía consigo misma.

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photo © 2011 Dionne Hartnett , Flickr

Empezó a enfrentarse a uno de sus miedos más profundos: el miedo a hacer el ridículo.
Comprendió que como Ser Humano, no es perfecta y siempre hay un margen de error, pero que lo importante es confiar en uno mismo y saber cuando se ha de rectificar.

Posteriormente, se lo hizo con otro: su físico.
Debido a su sobrepeso, había dejado de hacer muchas de las cosas que le gustaban, como ir a bailar o salir con los amigos de vez en cuando.

Actualmente,  se relaciona mucho más con la gente, y empieza a hacer muchas de esas cosas que había dejado de lado. Eso no quiere decir que todos sus problemas se hayan resuelto con Reiki, pero sí que ha encontrado su fuerza interior para enfrentarse a ellos y aceptarse tal como es, y eso le permite encontrarse mejor consigo misma y con su alrededor, lo cual le lleva a ser más feliz.

Todo esto no lo ha solucionado de la noche a la mañana, sino que le ha llevado su tiempo. Y tampoco todo le va perfectamente, ya que ha medida que avanza se va dando cuenta que tiene mucho por trabajar.  Y lo feliz que se siente y la fuerza que ha encontrado dentro de sí misma, le ayuda a solventar todo lo que la vida le presenta con mucha más paz y tranquilidad que antes, y esto le hace sentirse mejor.

Es una de mis pacientes que, también decidió iniciarse en Reiki. Sus experiencias me las ha querido compartir con nosotros:

“Después de varias sesiones, decidí iniciarme en Reiki, quizás con miedo, quizás con curiosidad. Las personas que acudieron al curso, hicieron que me mantuviera distante, ya que me costaba intentar unirme a un grupo totalmente desconocido para mí. A lo largo del curso, fui experimentando algunas sensaciones, algo se empezó a romper dentro de mí, y poco a poco iba sintiéndome acogida por ese grupo, que en un principio yo había rechazado. Algo fluía dentro de mí.

Cuando empecé a sentir como algo fluía por mis manos, me sentí muy grande y muy emocionada, jamás pensé que yo podría sentir la energía, y además de una manera tan sencilla.

Tuve alguna reacción esa misma noche. Un poco de fiebre y algunas molestias de garganta. Aunque todo fue prácticamente momentáneo, no duró mucho.

Pero hay algo que para mí fue lo más importante que ocurrió ese sábado, el día de mi primera iniciación. Fue la cercanía que experimenté hacia los demás componentes del grupo, el poder unirme a ellos, el sentirme parte del grupo.
Me sorprendió como después de tantos años esforzándome para poder acercarme a la gente, en tan sólo un día algo cambió sutilmente en mí, y en cuestión de segundos podía sentirme “una más”, y no “otra”.

Continué haciendo los siguientes niveles de Reiki y empecé a hacer Reiki a los demás.

Uno de mis primeros casos fue una mujer de unos 37 años, con cáncer de pulmón y asmática. Tenía una invalidez de un 60%. Estaba todo el día junto al oxígeno. Decidió probar Reiki sin estar muy convencida, pero porque alguien se lo había comentado. Después de alguna sesiones, sus crisis asmáticas fueron mejorando. La última vez que estuvo ingresada en el hospital, yo fui a hacerle Reiki como siempre que ingresaba. Ese día tuvo una mejoría muy grande, a pesar de que los médicos no entendían cómo.
Al finalizar esta sesión, su última sesión, ella estaba radiante y con una mirada limpia y dulce. Me cogió la mano y me dijo:
– Cuando yo me vaya, ayúdame 
a marcharme con Reiki.

Éstas palabras me dejaron sin aliento. Estaba mejorando y me hablaba de morirse. Yo no podía entenderlo. Al día siguiente recibí una llamada telefónica de su marido, comunicándome que había fallecido mientras dormía con una sonrisa en la boca. Había muerto en paz y tranquilamente.

Esta experiencia me hizo dudar. No entendía por qué había muerto. Pero gracias a mi maestra, pude comprender que Reiki no es sinónimo de curar, y que a veces Reiki en lugar de sanar el físico, ayuda en el trance a la muerte. Que por su experiencia, las personas moribundas que recibían Reiki, su muerte era mucho más tranquila e indolora.

He seguido teniendo más experiencias. Sigo comprobando día tras día, como Reiki funciona, aunque a veces no entienda cómo. Y sobretodo sigue ayudándome en mi camino, proporcionándome crecimiento interior y tranquilidad, aunque a veces no sea fácil.

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photo © 2010 Daniel Rubio , Flickr

Quiero aprovechar este espacio que me han reservado, para agradecer a mi Maestra de Reiki, que en los momentos en que he tropezado y he caído, ella ha estado ahí para ayudarme a levantarme, y por haberme transmitido todo su conocimiento y experiencias sobre Reiki.” (…)

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